Tipos de estructuras familiares según la terapia familiar sistémica

Redactado por Ebiezer Lopez . Artículo revisado, actualizado y verificado por nuestro equipo de psicólogos por última vez el 4 octubre 2024.
La terapia familiar sistémica busca entender cómo la estructura familiar influye en los síntomas individuales.

El enfoque de la terapia familiar sistémica concibe a la familia como una organización compuesta por diferentes miembros. Desde esta perspectiva, los síntomas que padece un individuo son consecuencia directa de una disfunción en el sistema familiar y no responsabilidad única de él. Así, en la terapia es posible estudiar mejor estas problemáticas a través del estudio de los tipos de estructuras familiares.

Cuando analizamos la forma en que una familia se estructura y comporta, es más sencillo saber por qué ocurre una situación conflictiva. Asimismo, se puede apreciar con más claridad que se necesita trabajar para solventar el problema.

La familia según la terapia familiar sistémica

Para entender bien las estructuras familiares es necesario comprender primero cómo la terapia sistémica describe a la familia. Para empezar, debemos saber que la terapia familiar sistémica es un enfoque que estudia y aborda los sistemas y subsistemas familiares. En este sentido, la familia sería el sistema más grande, pero dentro de ella hay sistemas más pequeños como la pareja o los hijos. Cada uno de estos se rige por dinámicas propias que influyen en el comportamiento de sus miembros y viceversa.

Siguiendo esta línea, es importante destacar que para la terapia familiar sistémica una familia es mucho más que la suma de sus partes. Recordemos que los miembros de un grupo familiar comparten un conjunto de valores y creencias que seguramente existían antes que ellos. Además, dichos conceptos suelen ser transmitidos a las próximas generaciones para garantizar su permanencia en el tiempo.

Entonces, para resumir, desde esta perspectiva la familia es un sistema que surge a partir de la interacción continúa entre sus miembros. Cuando hay conflictos con alguno de los individuos que la componen, el problema no se ve como responsabilidad única del sujeto. Más bien, desde este enfoque, los psicólogos consideramos que hay un conflicto dentro del sistema familiar y el síntoma es el resultado.

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De esta manera, cuando una familia acude a terapia y se inicia una evaluación bajo este enfoque, es posible observar diferentes estructuras. Los tipos de estructuras familiares dentro de la terapia sistémica son configuraciones relacionales que establecen los miembros entre sí por diferentes razones. Es decir, son lazos que crean los individuos entre sí para lidiar con alguna situación. A continuación, veamos algunos de los tipos que existen con más detalle.

1. Familia nuclear

La familia nuclear es una de las estructuras familiares más conocidas y tradicionales, y es un punto de referencia común en la terapia familiar sistémica. Se compone de dos adultos, generalmente un hombre y una mujer, que forman una pareja (casados o no), y sus hijos biológicos o adoptivos. La familia nuclear ha sido considerada durante mucho tiempo como la base de la sociedad en muchas culturas, aunque las estructuras familiares han evolucionado y diversificado en las últimas décadas.

2. Familia extendida

La familia extendida es una estructura familiar que incluye no solo a la familia nuclear (padres e hijos), sino también a otros parientes cercanos como abuelos, tíos, tías, primos y, en algunos casos, incluso amigos cercanos. La familia extendida se basa en una red más amplia de relaciones y conexiones que pueden proporcionar apoyo y recursos adicionales a sus miembros. En muchas culturas y sociedades, las familias extendidas han sido la norma durante siglos y siguen siendo comunes en la actualidad. La terapia familiar sistémica puede abordar las relaciones y conflictos dentro de esta estructura más amplia.

3. Familia monoparental

La familia monoparental es una estructura familiar en la que un solo progenitor se encarga de la crianza y el cuidado de los hijos. Esto puede ser el resultado de diversas circunstancias, como la muerte de un cónyuge, el divorcio, la separación, la decisión de tener hijos fuera de una relación de pareja o la adopción por parte de una persona soltera. Las familias monoparentales son cada vez más comunes en todo el mundo, y enfrentan desafíos y oportunidades únicos. La terapia familiar sistémica puede abordar los desafíos particulares que enfrentan las familias monoparentales, como la sobrecarga emocional y financiera.

4. Familia reconstituida o ensamblada

La familia reconstituida, también conocida como familia ensamblada o familia mixta, es una estructura familiar que se forma cuando dos personas con hijos de relaciones anteriores deciden unirse y formar una nueva unidad familiar. Estas familias pueden incluir a hijos biológicos de ambos progenitores, hijos adoptivos o incluso hijos de relaciones anteriores de uno solo de los progenitores. Las familias reconstituidas son cada vez más comunes debido a cambios en las estructuras familiares, como el aumento de las tasas de divorcio y la creciente aceptación de diferentes tipos de relaciones y familias.

La terapia familiar sistémica también puede ayudar a estas familias a enfrentar los desafíos de combinar dos sistemas familiares diferentes y a crear un ambiente armonioso.

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Tipos de relaciones disfuncionales en las familias

La terapia sistémica familiar se enfoca en abordar problemas y conflictos dentro del contexto de las relaciones familiares. En algunas ocasiones, las familias pueden experimentar relaciones disfuncionales que contribuyen a problemas emocionales, de comunicación o de comportamiento. Algunos tipos de relaciones disfuncionales que podrían ser abordados en la terapia sistémica familiar incluyen:

1. Relaciones triangulares o triangulaciones

Ocurren cuando una relación conflictiva o tensa entre dos miembros de la familia se aborda involucrando a un tercer miembro, a menudo un niño. Esto puede llevar a que el niño se sienta atrapado entre los dos adultos y desarrolle ansiedad o problemas de comportamiento.

Cuando hay triangulación lo que sucede es que el vínculo entre dos personas experimenta algún tipo de conflicto. Por ejemplo, una pareja de casados que tienen varios problemas en su relación, pero no encuentra un modo saludable de solucionarlos. Debido a que su lazo es inestable, incluyen a un tercero dentro de su vínculo y crean un triángulo.

En ese contexto, la pareja podría utilizar a uno de sus hijos como el sujeto en el que descargan todas las frustraciones que sienten. Podrían etiquetar a su hijo como una persona problemática y actuar en consecuencia porque es lo único que tienen en común para mantenerse unidos. Dentro de la triangulación podemos distinguir varios tipos de estructura familiar:

  • Triangulación. Ocurre cuando los padres intentan ganar el afecto del hijo poniéndose uno contra otro.
  • Triangulación desviadora-atacadora. Aquí sucede lo que explicamos antes donde los padres perciben al hijo como problemático y se unen para controlarlo.
  • Triangulación desviadora-asistidora. Es lo mismo que la desviadora-atacadora, pero en este caso el hijo es colocado en el rol de enfermo. Los padres se comportan de modo sobreprotector con el hijo por la enfermedad o trastorno que padece.
  • Coalición progenitor-hijo. Uno de los padres establece una alianza con alguno de los hijos contra el otro progenitor.

2. Parentalización

Otro de los tipos de las disfunciones familiares que pueden llegar al consultorio son las familias donde hay parentalización.

La parentalización es un fenómeno en el que un niño o adolescente asume roles y responsabilidades típicamente asociados con los padres o cuidadores adultos. Este proceso puede ocurrir cuando los padres no son capaces de cumplir con sus responsabilidades parentales debido a enfermedad, adicción, divorcio, trabajo u otras circunstancias. Como resultado, el niño parentalizado se encarga de cuidar de los hermanos más jóvenes, de realizar tareas del hogar o incluso de proveer apoyo emocional a sus padres.

Consecuencias de la parentalización:

  1. Pérdida de la infancia: Los niños que experimentan la parentalización pueden perder oportunidades para disfrutar de su infancia y desarrollarse de manera apropiada para su edad, ya que se ven obligados a asumir responsabilidades de adultos.
  2. Problemas de autoestima y límites: La parentalización puede afectar la autoestima y la capacidad del niño para establecer límites saludables en sus relaciones, ya que pueden sentir que su valía está basada en su capacidad para cuidar y satisfacer las necesidades de los demás.
  3. Problemas emocionales y de salud mental: Los niños parentalizados pueden experimentar ansiedad, depresión y otros problemas emocionales debido al estrés y la responsabilidad asociada con el cuidado de los demás.
  4. Dificultades en las relaciones futuras: Los niños que experimentan la parentalización pueden enfrentar dificultades en sus relaciones futuras, ya que pueden buscar a personas que necesiten cuidados y apoyo constantes, perpetuando así el patrón de codependencia.
  5. Problemas en el rendimiento escolar: La parentalización puede afectar negativamente el rendimiento escolar y las oportunidades educativas de un niño, ya que puede ser difícil equilibrar las responsabilidades de cuidar a los demás y mantenerse al día con las demandas escolares.

El terapeuta puede trabajar con la familia para identificar y modificar los patrones de comportamiento y las dinámicas familiares que contribuyen a la parentalización, mejorar la comunicación y establecer límites y responsabilidades apropiados para cada miembro de la familia.

3. Relaciones simbióticas

Las relaciones simbióticas en el contexto de las relaciones humanas y familiares se refieren a una interacción en la que dos personas dependen excesivamente una de la otra a nivel emocional, físico o psicológico. Aunque la simbiosis en biología se refiere a una relación mutuamente beneficiosa entre dos organismos, en psicología y terapia familiar, las relaciones simbióticas a menudo tienen connotaciones negativas y pueden ser disfuncionales.

Características de las relaciones simbióticas en un contexto familiar:

  1. Dependencia emocional excesiva: Los individuos en una relación simbiótica pueden depender demasiado el uno del otro para satisfacer sus necesidades emocionales, lo que puede dificultar su capacidad para desarrollar autonomía emocional y mantener relaciones saludables con otras personas.
  2. Fusionamiento de límites: Las personas en una relación simbiótica pueden tener dificultades para establecer y mantener límites personales y emocionales, lo que puede resultar en la falta de una identidad individual separada y un sentido de autoestima basado en la relación.
  3. Control y dominación: En algunos casos, una relación simbiótica puede implicar un desequilibrio de poder en el que un individuo intenta controlar o dominar al otro, lo que puede generar resentimiento y problemas de comunicación.
  4. Codependencia: Las relaciones simbióticas a menudo involucran la codependencia, en la que ambos individuos dependen el uno del otro para satisfacer sus necesidades emocionales y de autoestima, lo que puede hacer que tengan dificultades para funcionar de manera independiente.
  5. Miedo a la separación o al abandono: Las personas en relaciones simbióticas pueden experimentar ansiedad o miedo intenso a la separación o al abandono, lo que puede resultar en comportamientos de apego poco saludables y dificultades en la adaptación a cambios en la relación.

Las relaciones simbióticas pueden ser especialmente problemáticas en un contexto familiar, ya que pueden afectar negativamente el desarrollo emocional y la autonomía de los individuos involucrados. La terapia familiar, especialmente la terapia familiar sistémica, puede ser útil para abordar las relaciones simbióticas disfuncionales. El terapeuta puede trabajar con la familia para mejorar la comunicación, establecer límites saludables y fomentar la autonomía emocional y la independencia de sus miembros.

4. Relaciones de poder desequilibradas

Las relaciones de poder desequilibradas ocurren cuando un individuo en una relación, ya sea familiar, romántica, laboral o social, ejerce un control excesivo o autoritario sobre el otro. En el contexto de la terapia familiar sistémica, este tipo de relaciones pueden generar un ambiente opresivo y limitante para los otros miembros de la familia, lo que puede conducir a una variedad de problemas emocionales y de comportamiento.

Características de las relaciones de poder desequilibradas:

  1. Dominación y control: Un miembro de la familia intenta controlar o dominar a los demás, tomando decisiones unilaterales y sin considerar las opiniones, necesidades o deseos de los demás miembros de la familia.
  2. Dependencia y sumisión: La persona sometida al control del otro puede sentirse atrapada en la relación, con dificultades para expresar sus opiniones y deseos, lo que puede conducir a una dependencia emocional y a la sumisión.

El terapeuta en estos casos puede trabajar con la familia para mejorar la comunicación, establecer límites saludables y fomentar el respeto y la igualdad entre los miembros de la familia. También puede ayudar a los individuos a desarrollar habilidades de asertividad y a reconocer y abordar los patrones de comportamiento disfuncionales que pueden estar contribuyendo al desequilibrio de poder en la relación.

5. Sobreimplicación y desapego emocional

Estos patrones disfuncionales pueden manifestarse cuando un miembro de la familia se involucra demasiado en la vida de otro, invadiendo su privacidad y autonomía, o cuando un miembro de la familia se distancia emocionalmente de los demás, lo que puede generar sentimientos de abandono y desconexión.

Sobreimplicación:

La sobreimplicación ocurre cuando un miembro de la familia se involucra demasiado en la vida de otro, invadiendo su privacidad, espacio personal y autonomía. Esto puede manifestarse de varias maneras, como entrometimiento en asuntos personales, control excesivo, protección exagerada o expectativas poco realistas. La sobreimplicación puede tener consecuencias negativas, como:

  1. Falta de autonomía: El miembro de la familia cuya vida está siendo controlada puede tener dificultades para desarrollar independencia y autoestima debido a la constante interferencia de otro miembro de la familia.
  2. Resentimiento: La invasión de la privacidad y la falta de respeto a los límites pueden generar resentimiento y tensión en las relaciones familiares.
  3. Dependencia emocional: La sobreimplicación puede fomentar la dependencia emocional y la falta de habilidades de afrontamiento en situaciones difíciles.

Desapego emocional:

El desapego emocional se refiere a la distancia emocional entre los miembros de la familia, donde un individuo se desconecta emocionalmente de los demás. Esto puede manifestarse como falta de apoyo emocional, indiferencia o evitación de la intimidad emocional. El desapego emocional puede tener consecuencias negativas, como:

  1. Falta de apoyo emocional: Los miembros de la familia pueden sentirse abandonados y no atendidos emocionalmente, lo que puede afectar su bienestar emocional y su capacidad para enfrentar el estrés.
  2. Problemas de comunicación: El desapego emocional puede dificultar la comunicación abierta y honesta entre los miembros de la familia, lo que puede resultar en malentendidos y conflictos.
  3. Dificultades en la formación de relaciones cercanas: Los individuos que crecen en un ambiente emocionalmente distante pueden tener dificultades para establecer y mantener relaciones cercanas y satisfactorias en el futuro.

Aquí se puede trabajar con la familia para mejorar la comunicación, establecer límites saludables y fomentar el apoyo emocional y la conexión entre los miembros de la familia.

6. Comunicación negativa

La comunicación negativa es un patrón de interacción en el que los individuos se comunican de manera hostil, crítica o destructiva. Esto puede tener un impacto negativo en las relaciones familiares, amistades y entornos laborales, y puede contribuir a la disfunción y al malestar emocional. Algunos ejemplos de comunicación negativa incluyen:

  1. Crítica: Atacar o juzgar constantemente a la otra persona, centrándose en sus defectos o errores en lugar de ofrecer apoyo o soluciones constructivas.
  2. Burla y sarcasmo: Utilizar un tono sarcástico o burlarse de la otra persona de manera despectiva, lo que puede hacer que se sientan humillados o menospreciados.
  3. Interrupción y hablar por encima del otro: No permitir que la otra persona hable o expresarse completamente, lo que demuestra falta de respeto y consideración por sus opiniones y sentimientos.
  4. Agresión verbal: Gritar, insultar o utilizar un lenguaje ofensivo en lugar de abordar el problema de manera calmada y racional.
  5. Actitud defensiva: Reaccionar de manera defensiva ante los comentarios o críticas de la otra persona, incluso cuando no se expresan de manera hostil, lo que puede generar más conflicto y malentendidos.
  6. Agresión pasiva: Expresar insatisfacción o enojo de manera indirecta, a través de comportamientos pasivos como el silencio, las evasivas o el sabotaje, en lugar de abordar el problema de manera abierta y honesta.
  7. Manipulación: Utilizar tácticas manipuladoras como la culpa, la culpa o el chantaje emocional para controlar o influir en el comportamiento de la otra persona.
  8. Falta de escucha activa: No prestar atención o mostrar interés en lo que la otra persona está diciendo, lo que puede hacer que se sienta ignorada y desvalorizada.

Se debe trabajar con la familia para desarrollar habilidades de comunicación efectiva, como la escucha activa, la expresión asertiva de sentimientos y necesidades, y la resolución constructiva de conflictos. Estas habilidades pueden ayudar a mejorar la calidad de las interacciones entre los miembros de la familia y fomentar relaciones más saludables y satisfactorias.

7. Rol de salvador o mártir

El rol de salvador o mártir en las relaciones familiares se refiere a un patrón de comportamiento en el que un individuo asume la responsabilidad de resolver los problemas de los demás y sacrifica sus propias necesidades y deseos en el proceso. Este tipo de comportamiento puede surgir de un deseo de ayudar y cuidar a los demás, pero también puede ser una forma de buscar validación y reconocimiento.

Características del rol de salvador o mártir:

  1. Auto-sacrificio: La persona en el rol de salvador o mártir tiende a anteponer las necesidades de los demás a las suyas propias, lo que puede llevar a la negligencia de sus propias necesidades emocionales, físicas y sociales.
  2. Resolución de problemas de los demás: La persona en este rol intenta resolver los problemas y dificultades de los demás, incluso cuando no se le ha pedido ayuda o cuando no es su responsabilidad hacerlo.
  3. Dependencia emocional: Los individuos en el rol de salvador o mártir pueden volverse emocionalmente dependientes de su capacidad para ayudar y cuidar a los demás, lo que puede afectar su autoestima y sentido de identidad.
  4. Control y responsabilidad excesiva: Las personas en este rol pueden sentir que deben controlar y asumir la responsabilidad de todo lo que sucede en la familia, lo que puede resultar en una carga emocional abrumadora y la sensación de estar atrapados en su papel.
  5. Dificultades en establecer límites: La persona en el rol de salvador o mártir puede tener problemas para establecer límites saludables en sus relaciones, lo que puede conducir a una sobreimplicación en la vida de los demás y a la falta de espacio y autonomía para sí mismos.

El rol de salvador o mártir puede ser perjudicial tanto para la persona que asume el rol como para los demás miembros de la familia. La terapia familiar, especialmente la terapia familiar sistémica, puede ser útil para abordar este patrón de comportamiento. El terapeuta puede trabajar con la familia para ayudar a la persona en el rol de salvador o mártir a reconocer y modificar sus patrones de comportamiento, establecer límites saludables y aprender a equilibrar sus propias necesidades con las de los demás miembros de la familia. Además, el terapeuta puede apoyar a la familia en el desarrollo de habilidades de comunicación y resolución de problemas, de modo que cada miembro pueda asumir la responsabilidad adecuada de sus propias necesidades y problemas.

La terapia sistémica familiar tiene como objetivo identificar y abordar estos patrones disfuncionales en las relaciones familiares. Al trabajar con la familia en su conjunto, el terapeuta puede ayudar a mejorar la comunicación, establecer límites saludables y fomentar el apoyo y la colaboración entre los miembros de la familia para superar estos problemas y crear un ambiente familiar más armonioso y saludable.

Favoritismo y rivalidad entre hermanos

En algunas familias, un progenitor puede mostrar favoritismo hacia un hijo en particular, lo que puede generar rivalidad entre hermanos, celos y resentimiento. Esto puede afectar negativamente las relaciones entre los hermanos y la dinámica familiar en general.

El favoritismo y la rivalidad entre hermanos son fenómenos más comunes de lo que se piensa en las familias y pueden tener un impacto significativo en la dinámica familiar y el bienestar emocional de los niños.

Favoritismo:

El favoritismo se refiere a la situación en la que un padre o cuidador muestra una preferencia clara y consistente por un hijo sobre otro u otros. Esta preferencia puede manifestarse en términos de atención, elogios, recursos o apoyo emocional. El favoritismo puede tener varias consecuencias negativas tanto para el hijo favorito como para los demás hijos:

  1. Para el hijo favorito: Puede sentir presión para cumplir con las expectativas de los padres, tener dificultades para establecer relaciones sólidas con sus hermanos y desarrollar un sentido de superioridad o dependencia de la aprobación de los padres.
  2. Para los demás hijos: Pueden experimentar sentimientos de rechazo, celos, resentimiento y baja autoestima, lo que puede afectar su desempeño académico y social y su bienestar emocional.

Rivalidad entre hermanos:

La rivalidad entre hermanos es una competencia o conflicto entre hermanos que puede surgir debido a las diferencias en la personalidad, los intereses, las habilidades y las necesidades de atención y afecto de los padres. La rivalidad entre hermanos puede manifestarse de diferentes maneras, como peleas, competencia, celos y envidia. Si bien cierto grado de rivalidad entre hermanos es normal y puede ser constructivo, en algunos casos puede volverse tóxico y perjudicial para la relación entre hermanos y el bienestar emocional de los niños.

Algunas estrategias para abordar el favoritismo y la rivalidad entre hermanos incluyen:

  1. Fomentar la igualdad y la justicia: Los padres y cuidadores deben esforzarse por tratar a todos sus hijos de manera equitativa y justa, evitando el favoritismo y asegurándose de que cada hijo reciba la atención y el apoyo que necesita.
  2. Reconocer y valorar las diferencias individuales: Cada hijo es único y tiene sus propias habilidades e intereses. Los padres y cuidadores deben reconocer y valorar estas diferencias, evitando las comparaciones y fomentando el desarrollo individual de cada hijo.
  3. Fomentar la comunicación y la resolución de conflictos: Los padres y cuidadores deben enseñar a sus hijos a comunicarse de manera efectiva y resolver conflictos de manera pacífica y constructiva, lo que puede ayudar a prevenir y abordar la rivalidad entre hermanos.
  4. Promover la colaboración y el apoyo mutuo: Los padres y cuidadores pueden alentar a los hermanos a trabajar juntos y apoyarse mutuamente, en lugar de competir entre sí.

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Licenciado en Psicología mención Clínica egresado de la Universidad Arturo Michelena. Miembro del proyecto "POR TODES" que ofrece atención psicojurídica a población LGBTI en situación de riesgo. También es redactor para medios digitales y ha participado en programas de radio como experto en salud mental.