Teorías del Hambre: ¿cómo se origina el hambre?

Redactado por Xevi Molas . Artículo revisado, actualizado y verificado por nuestro equipo de psicólogos por última vez el 18 mayo 2023.
Descubre las teorías más destacadas sobre el origen del hambre y desafía lo que creías saber sobre la razón por la que comemos.

¿Alguna vez nos hemos preguntado por qué comemos? Lo más seguro es que sí. Pero, ¿qué respuestas nos hemos dado? «Porque tenemos hambre», «para reponer energía», etc. Sin embargo, ¿hasta qué punto son del todo correctas estas respuestas? Aunque parezca un tanto extraño, existen diferentes teorías que desafían lo que creíamos establecido sobre la razón por la que comemos. Las teorías del hambre son varias y diversas.

A lo largo del artículo se expondrán dos de las teorías más destacadas: el supuesto del punto de ajuste y la perspectiva del incentivo positivo. La primera de ellas, con el paso de los años, se podrá observar que ha quedado obsoleta. Aún así, nos sirve para contextualizar los estudios que se llevaron a cabo en los años 40 y 50 del siglo pasado. La segunda teoría todavía goza de fama. Sin embargo, la razón por la que comemos, a pesar de parecer obvio, todavía sigue siendo investigada.

Teorías del hambre: Supuesto del punto de ajuste

La primera razón a la que solemos atribuir el tener hambre es recuperar la falta de energía, a esto se le conoce como punto de ajuste energético. Desde esta perspectiva, la energía vuelve a su punto de ajuste (su nivel normal) y la persona se siente saciada, es decir, deja de tener hambre. Las teorías que engloban los puntos de ajuste constan de tres factores:

  1. Mecanismo de punto de ajuste. A través de este mecanismo se establece el punto de ajuste, es decir, el punto en el que estamos saciados.
  2. Mecanismo detector. Detecta las desviaciones del punto de ajuste, esto es, cuando la energía está por debajo de su umbral normal, este mecanismo dispara una señal de advertencia.
  3. Mecanismo de acción. Elimina las desviaciones del punto de ajuste, o lo que es lo mismo, empieza la sensación de hambre.

Otra de las características de los puntos de ajuste es que son sistemas de retroalimentación negativa. ¿Qué quiere decir esto? Son sistemas en los que la retroalimentación que procede de los cambios en un sentido, tiene como consecuencia efectos compensatorios en el sentido contrario. Wenning (1999), afirma que estos sistemas son característicos en mamíferos y que actúan para mantener la homeostasis (ambiente interno constante).

Teoría glucostática y lipostática

La teoría glucostática defiende, como explica Pinel (2006): «nos sentimos hambrientos cuando el nivel de glucemia desciende significativamente por debajo de su punto de ajuste, y que nos sentimos saciados cuando el hecho de comer vuelve a situar nuestro nivel de glucemia en su punto de ajuste».

La teoría lipostática está enfocada en la grasa corporal de cada individuo. Así pues, esta teoría postula que comemos para reestablecer el nivel de grasa corporal. Uno de los argumentos para defenderla radicaba en que los adultos solían mantener un peso constante.

Ambas teorías se han considero complementarias. Por una parte, la teoría glucostática explicaba la razón la que se empieza y se para de comer (corto plazo) y la teoría lipostática explicaba la regulación a largo plazo. A pesar de los esfuerzos por defender estas teorías, presentaron diferentes problemas que hicieron tambalear su funcionalidad.

Problemas de las teorías de punto de ajuste

De Castro y Plunkett (2002), propusieron tres problemas que conllevan estas teorías:

  1. Si estas teorías fueran válidas, el ser humano podría haberse extinguido hace tiempo. Al dejar de comer cuando nos sentimos saciados, nuestros ancestros no habrían comido en grandes cantidades durante la época de abundancia de alimentos. De esta forma, al no haber ingerido alimento, no podrían haber acumulado energía y habrían fallecido en las épocas de escasez.
  2. Una parte importante de la población, a pesar padecer obesidad o tener sobrepeso, siguen comiendo. Si estas teorías fueran cierto, alguien con unos niveles elevados de grasa corporal no debería comer hasta que los niveles no estuvieran por debajo del punto de ajuste.
  3. Estas teorías no recogen la influencia que tiene sobre el hambre variables como el aprendizaje, factores sociales o el sabor.

Teorías del hambre: Perspectiva del incentivo positivo

Otra de las teorías del hambre es la perspectiva del incentivo positivo. Según esta teoría, lo que nos lleva a comer no es el hambre, sino el placer anticipado de la ingesta de comida. Como describen autores como Pinel (2006), «al placer anticipado de una conducta se le denomina su valor de incentivo positivo«. Esta teoría defiende que la escasez de comida nos ha moldeado para anhelar la comida.

De nuevo, Pinel afirma que «es la presencia de buena comida, o la perspectiva de la misma, lo que nos provoca hambre, y no la carencia de energía». La cantidad de hambre que podamos sentir en un momento concreto del día depende de una serie de factores que confluyen. Dichos factores son:

  1. El sabor del alimento.
  2. Lo aprendido sobre los efectos del alimento.
  3. El tiempo que ha transcurrido desde la última vez que comimos.
  4. El tipo y la cantidad de comida que se encuentra en nuestro intestino.
  5. Comer acompañados o solos.
  6. Que los niveles de glucosa en sangre se encuentren dentro de los parámetros normales.
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Reflexión final

Sin duda alguna, como hemos podido leer, a lo largo de la investigación científica se han ofrecido diferentes explicaciones a porqué comemos y a cómo se origina el hambre. Así pues, vemos que su respuesta no es tan sencilla como puede parecer en un primer momento. También podemos comer por ansiedad. Una gran cantidad de gente aumenta o disminuye sus niveles de ingesta para paliar los niveles de ansiedad. De esta forma, observamos que la respuesta a una pregunta aparentemente sencilla implica una complejidad más que notable.

Si tuviéramos que responder de forma breve a la pregunta «¿para qué sentimos hambre?» que plantea el equipo de Elvira González (2006) en su artículo, ¿qué responderíamos? Ellos dan una respuesta corta y breve: «cubrir las necesidades de nutrimentos para sobrevivir, mantener la estructura y funciones celulares y proveer energía para realizar el trabajo útil». A partir de ahora, cada vez que comamos, seguro que nos preguntaremos, ¿qué me lleva a comer?

  • De Castro, J. y Plunkett, S. (2002). A general model of intake regulation. Neuroscience and Biobehavioral Reviews, 26 (5), 581-595.
  • González, E., Gabriela, K. y  Sánchez, S. (2006) Regulación neuroendocrina del hambre, la saciedad y mantenimiento del balance energético. Investigación en salud, 3 (3), 191-200.
  • Pinel, J. (2006). Biopsicología. Madrid: Addison-Wesley.
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Licenciado en Psicología por la Universidad de Granada. Psicólogo Sanitario. Máster en Inteligencias Múltiples por la Universidad de Valencia. Instructor en Meditación Budista por el Centro Internacional de Estudios Budistas.