La Sobrecompensación en psicología, el mecanismo de defensa que limita tu crecimiento personal

Redactado por Marta Guerri . Artículo revisado, actualizado y verificado por nuestro equipo de psicólogos por última vez el 16 octubre 2024.

La sobrecompensación es un mecanismo de defensa psicológico por el que la persona realiza un esfuerzo por contrarrestar o ocultar sus debilidades percibidas, mediante comportamientos exagerados o conductas que proyectan una imagen opuesta. Este mecanismo puede ofrecer un alivio temporal a los sentimientos de inferioridad o inseguridad, pero no resuelve los problemas subyacentes que pueden generar consecuencias negativas a largo plazo, como el agotamiento emocional, la desconexión de los propios sentimientos y las dificultades en las relaciones interpersonales.

El concepto de sobrecompensación en psicología

En el ámbito de la psicología, el concepto de sobrecompensación describe un mecanismo de defensa que implica un esfuerzo, consciente o no, por contrarrestar o compensar una debilidad o deficiencia percibida por el individuo, mediante la exageración de comportamientos, de logros o alardear de características opuestas como presumir de ser un experto cuando no se conoce un tema en profundidad, mostrar una personalidad arrolladora cuando se es una persona insegura, alardear de estatus social cuando se pertenece a una clase inferior, jactarse de una buena salud física cuando no es cierto, etc.

Se trata de una respuesta psicológica que se utiliza para afrontar sentimientos de inferioridad, inseguridad o vulnerabilidad que la persona no puede asimilar y puede manifestarse de diferentes formas, dependiendo de las experiencias personales y las áreas de la vida en las que el individuo siente que no está a la altura.

Un ejemplo de este comportamiento podría ser el de un estudiante que, después de suspender un examen importante, se siente inseguro sobre sus habilidades académicas, y para compensar esa sensación de fracaso, decide estudiar de manera obsesiva para los siguientes exámenes, renunciando a su tiempo libre, a sus hobbies e incluso a sus relaciones sociales.

Esta persona pasa muchas horas en la biblioteca, estudiando mucho más de lo necesario y aunque consigue mejorar sus notas, esta sobrecompensación no soluciona su sensación de la inseguridad sobre su capacidad académica, y en lugar de sentirse más seguro, termina agotado y estresado.

El origen del concepto de sobrecompensación se encuentra en la teoría de Alfred Adler, un destacado psicoterapeuta austriaco que desarrolló la psicología individual. Adler sostenía que muchas personas experimentan un sentimiento de inferioridad en algún aspecto de su vida, lo cual es un estado natural, pero cuando este sentimiento se vuelve abrumador o insoportable, la persona puede intentar compensarlo, a veces de manera desmesurada, para evitar reconocer su debilidad. La sobrecompensación, en este sentido, puede ser una forma de autoprotección, pero también puede convertirse en una estrategia que, lejos de resolver el problema, lo agrava.

Casos típicos de sobrecompensación

La sobrecompensación puede manifestarse de distintas formas y puede aparecer en distintos ámbitos a lo largo de nuestra vida.

Tal como hemos visto antes, un caso clásico es el de la sobrecompensación académica o profesional que se produce cuando una persona que siente inseguridad acerca de sus habilidades puede intentar sobrecompensar este sentimiento trabajando en exceso, obteniendo múltiples títulos académicos o buscando constantemente reconocimiento en su entorno laboral o escolar. A menudo, estas personas se convierten en perfeccionistas, buscando la validación externa para contrarrestar sus sentimientos de inferioridad.

Por otro lado, una persona que siente inseguridad social o sentimientos de inferioridad frente a los demás, puede decidir proyectar una falsa imagen de seguridad en si mismo y en lugar de reconocer sus miedos, se presenta como alguien superior a los demás, mostrando un exceso de confianza o arrogancia en un intento de proteger su autoestima, pero esta sobrecompensación forzada puede acabar deteriorando las relaciones interpersonales y provocando conflictos.

Otro ejemplo muy común es el de una persona que siente que carece del estatus social que desearía y que intenta compensar esta percepción mediante la acumulación de bienes materiales o mostrando signos externos de éxito y ostentación de la riqueza, como conducir automóviles de lujo o llevar ropa de marca para intentar impresionar a los demás y obtener la validación externa que la persona no logra encontrar en su interior.

En el ámbito de las relaciones sociales también es común la sobrecompensación en personas que sienten inseguridad acerca de su poder o su influencia en una relación personal, familiar o laboral y para compensar esto intentan dominar o controlar a los demás imponiendo su voluntad para sentirse más seguras y poderosas.

En todos estos casos, la sobrecompensación está motivada por el deseo de mitigar sentimientos de inferioridad o inseguridad, y aunque este mecanismo puede proporcionar un alivio temporal, a menudo no aborda la raíz del problema y tiene efectos negativos a largo plazo.

La sobrecompensación de los padres hacia los hijos

La sobrecompensación no solo afecta a nivel individual, sino que también puede manifestarse en las dinámicas familiares, particularmente en la relación entre padres e hijos.

La sobrecompensación parental ocurre cuando los padres, en un esfuerzo por paliar sus propias inseguridades, adoptan conductas exageradas para proteger, complacer o proporcionar a sus hijos lo que ellos mismos perciben como insuficiente en su labor como padres.

Esto puede ocurrir por diversos motivos, como el sentimiento de culpabilidad por no pasar suficiente tiempo con los hijos, el deseo de que los hijos no se enfrenten a las mismas dificultades que vivieron los padres, o la necesidad de proyectar una imagen idealizada de la familia ante los demás.

Un ejemplo común de sobrecompensación parental es el de padres que ofrecen a sus hijos una cantidad excesiva de regalos, actividades o privilegios materiales, muchas veces como una forma de compensar su ausencia emocional o física debido al trabajo u otras obligaciones.

En estos casos, los padres pueden creer que su generosidad material sustituye la calidad de la atención emocional, sin embargo, este comportamiento tiene efectos contraproducentes a largo plazo en el desarrollo de los hijos.

La sobrecompensación se produce con relativa frecuencia en el caso de parejas divorciadas en las que los padres consideran que la separación de la pareja causa un daño emocional a sus hijos que debe ser reparado, y en un intento por mitigar ese daño o reducir el sentimiento de culpa por la ruptura, uno o ambos padres pueden sobrecompensar, consintiendo excesivamente a sus hijos, siendo demasiado permisivos o concediendo privilegios que normalmente no otorgarían.

Este tipo de sobrecompensación puede incluir desde regalos costosos hasta permitir conductas inapropiadas que antes habrían sido sancionadas, y aunque los padres creen que están protegiendo a sus hijos de la tristeza o el dolor que genera el divorcio, a menudo este enfoque impide que los hijos desarrollen habilidades emocionales saludables para enfrentar la realidad de la situación y puede crear problemas de disciplina o expectativas poco realistas en el futuro.

Las consecuencias de la sobrecompensación parental son perjudiciales tanto para los hijos como para la relación entre padres e hijos, debido a que los niños criados en un ambiente de sobreprotección o complacencia extrema pueden desarrollar una falta de independencia y responsabilidad, ya que no tienen la necesidad de enfrentarse a las dificultades naturales de la vida y no experimentan las consecuencias de sus acciones

Debido a esto, carecen de las habilidades necesarias para resolver este tipo de problemas por sí mismos, lo que provoca dificultades en la vida adulta, como la baja tolerancia a la frustración, la falta de perseverancia o una dependencia emocional excesiva.

Además, la sobrecompensación con los hijos puede generar expectativas irreales en los niños, que pueden llegar a creer que el mundo siempre los tratará con la misma indulgencia que han recibido en casa y cuando estas expectativas no se cumplen en el mundo real, como en el colegio, el trabajo o en las relaciones interpersonales, pueden experimentar ansiedad, estrés o depresión al no sentirse preparados para afrontar las adversidades.

En casos más extremos, la sobrecompensación de los padres puede dar lugar a comportamientos narcisistas en los hijos, ya que al recibir constantemente mensajes que refuerzan su importancia o superioridad sin haberse esforzado para merecerlos, algunos niños pueden desarrollar una visión distorsionada de sí mismos y de los demás, creyendo que siempre deben ser el centro de atención o que tienen derecho a recibir un trato especial sin consideración por las necesidades de los demás.

Para evitar las consecuencias negativas de la sobrecompensación parental, los padres deben lograr un equilibrio la educación de sus hijos, ofreciendo amor, apoyo y recursos a sus hijos sin caer en los excesos.

En lugar de sobreproteger o sobrecomplacer, hay que fomentar la autonomía, la responsabilidad y la resiliencia en los niños, permitiéndoles enfrentar desafíos y aprender de sus errores dentro de un ambiente seguro. La educación emocional, la comunicación abierta y el respeto por los límites son esenciales para ayudar a los hijos a desarrollar una autoestima saludable y una visión realista del mundo, sin necesidad de recurrir a la sobrecompensación.

¿Puede ser beneficiosa la sobrecompensación?

Determinar si la sobrecompensación es buena o mala depende del grado en el que afecte a la vida del individuo y a sus relaciones con los demás. En algunos casos, la sobrecompensación puede motivar a las personas a lograr metas y superar desafíos de manera adaptativa y constructiva, por ejemplo, una persona que se siente insegura acerca de su rendimiento en el trabajo podría esforzarse más para adquirir nuevas habilidades y mejorar su desempeño, lo que puede ser beneficioso tanto para ella como para su entorno.

Sin embargo, la sobrecompensación a menudo se considera problemática, ya que suele basarse en una percepción distorsionada de las propias debilidades, y en lugar de aceptar y trabajar sobre estas debilidades de manera saludable, la persona que sobrecompensa las ignora o las niega, enfocándose en conductas que pueden ser contraproducentes o insostenibles a largo plazo.

Por ejemplo, un individuo que busca continuamente la validación externa para sentirse valorado puede acabar agotado emocionalmente, experimentar estrés crónico o desarrollar ansiedad debido a la presión constante de cumplir con expectativas irreales para las que puede no estar preparado.

Además, la sobrecompensación puede llevar a una desconexión emocional, ya que el individuo que la utiliza tiende a construir una fachada que no refleja su verdadero yo, lo que complica la formación de relaciones auténticas y saludables, y puede generar sentimientos de aislamiento, insatisfacción personal y baja autoestima, de manera que podemos concluir que la sobrecompensación es más perjudicial que beneficiosa cuando se convierte en una estrategia defensiva obsesiva que limita el crecimiento personal y el afrontamiento directo de las dificultades emocionales.

Cómo afrontar las inseguridades sin recurrir a la sobrecompensación

Para afrontar estos sentimientos de inferioridad, inseguridad o vulnerabilidad de una manera más saludable, existen alternativas efectivas a la sobrecompensación que se centran en la autoaceptación, el autoconocimiento y el desarrollo de estrategias adaptativas que promuevan un bienestar emocional duradero.

Una de estas técnicas consiste en profundizar en el autoconocimiento y la aceptación personal, de manera que en lugar de intentar ocultar o sobrecompensar las debilidades, es más saludable reconocerlas y aceptar que todas las personas tienen áreas en las que no son perfectas.

La aceptación personal implica reconocer los propios defectos y debilidades sin juzgarlos y trabajar en ellos de manera constructiva, para lo que puede ser de gran ayuda la  técnica de introspección, la autoevaluación y, en algunos casos, la psicoterapia.

Otra opción es trabajar en el desarrollo de la resiliencia, que es la capacidad de adaptarse y superar la adversidad, de esta manera, en lugar de sobrecompensar para evitar los sentimientos de inferioridad. Fomentar la resiliencia permite a las personas enfrentarse a sus miedos e inseguridades de manera efectiva, aprendiendo de las experiencias difíciles en lugar de evitarlas, desarrollando habilidades como la regulación emocional, el optimismo realista y el afrontamiento activo.

Por otra parte, el desarrollo de habilidades y el crecimiento personal puede ayudar a las personas a centrarse en mejorar las áreas en las que se sienten inseguros mediante el aprendizaje y la práctica. Se trata de una estrategia que a diferencia de la sobrecompensación, implica un crecimiento auténtico y gradual, que no está motivado por la necesidad de autoafirmarse mediante logros exagerados, sino por el deseo genuino de superarse a si mismo.

En algunos casos, puede ser recomendable realizar terapia psicológica para abordar el origen de los sentimientos de inferioridad y desarrollar estrategias más saludables para manejar la inseguridad. A través de la psicoterapia, las personas pueden explorar las causas subyacentes de su necesidad de sobrecompensar y aprender formas más efectivas de responder a sus emociones y desafíos.

Referencias

Mguerri

Marta Guerri es Licenciada en Psicología por la UOC y Diplomada en Enfermería por la UB. Es Psicóloga General Sanitaria, con un Máster en Terapia de la Conducta y la Salud, Postgrado en Terapia Familiar Socioeducativa, y un Postgrado en Salud Mental y Psiquiatría por la Universitat de Barcelona (UB). Ha trabajado en terapia con familias con vulnerabilidad social en el Servicio de Orientación y Acompañamiento a Familias (SOAF) y actualmente ejerce de Psicóloga en la Clínica Fertty, donde se dedica a la atención de pacientes y donantes en tratamientos de fertilidad. Además, es miembro de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), donde dirige uno de los grupos de estudio dedicado a la atención de donantes y ha realizado distintas ponencias sobre este tema. Es CEO y gestora de contenidos de Psicoactiva.com, un portal líder en psicología, que ha crecido hasta convertirse en una comunidad de referencia en el ámbito de la psicología y las neurociencias. Marta ha publicado varios libros sobre psicología y salud emocional, incluyendo "Inteligencia Emocional, una guía útil para mejorar tu vida" y "Entrenamiento mental para mejorar tu inteligencia" de la editorial Mestas Ediciones. Además, a través de su trabajo voluntario con la asociación Cracbaix, se dedica a asesorar a las familias con hijos de Altas Capacidades Intelectuales.