«De repente sentí una oleada de miedo sin que hubiera alguna razón. El corazón me latía apresuradamente, me dolía el pecho y se me dificultaba cada vez más respirar. Llegué a creer que me iba a morir.»
En la actualidad hay muchas personas que presentan síntomas ansiosos que se generan o se potencian por las presiones cotidianas. El estrés laboral, la ansiedad generalizada, los ataques de pánico, la agorafobia, la depresión, la hipertensión y la gastritis son los más frecuentes.
El desempleo que no cede; en muchos casos, la baja de salarios y la tan temida recesión son parte de la realidad socioeconómica argentina que conspira contra las esperanzas nuestras de cada día. Se percibe en cada lugar o grupo con los que se tome contacto. Y esta situación no podía dejar de repercutir en nuestro cuerpo y estado mental: las consultas a médicos, psiquiatras y psicólogos por síntomas relacionados con el estrés, la angustia y las preocupaciones aumentan cotidianamente y con ellas, el consumo de ansiolíticos y antidepresivos.
Todos los especialistas están de acuerdo en que la mayoría de los pacientes presenta actualmente, síntomas que se generan o potencian con las presiones cotidianas. Son los más frecuentes: los trastornos de ansiedad y del sueño, los ataques de pánico, la depresión, la hipertensión arterial, la taquicardia, la gastritis, las contracturas musculares y los eccemas de la piel.
¿Qué son los ataques de ansiedad o de pánico?
Según la American Psychiatric Association, las crisis de angustia o ataques de pánico (panic attaks) y la agorafobia son manifestaciones que pueden aparecer en el curso de una serie de trastornos de ansiedad tales como: el trastorno de angustia con o sin agorafobia; la agorafobia sin historia de trastorno de angustia; la fobia específica; la fobia social; el trastorno obsesivo-compulsivo; el trastorno por estrés postraumático; el trastorno por estrés agudo; el trastorno de ansiedad generalizada; el trastorno debido a enfermedad médica; y el trastorno de ansiedad inducido por sustancias.
Las crisis de angustia se caracterizan, según el DSM V (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) por “la aparición súbita de síntomas de aprensión, miedo pavoroso o terror, acompañados habitualmente de una sensación de muerte inminente”.
Pero queda claro que en cada uno de los trastornos antes mencionados, si las condiciones de vida o factores de estrés (internos o externos) empeoraran podrían aparecer los temibles ataques de pánico.
Estas crisis pueden repetirse periódicamente ocasionado gran limitación en las actividades cotidianas por temor a padecer un nuevo episodio, creando así, ansiedad anticipatoria.
¿Qué es el pánico?
Es una vivencia de miedo intenso o terror, que genera una sensación tal de descontrol que se percibe como que podría llevar a un desmayo, a la locura o a la mismísima muerte. Estas vivencias, junto con una serie de síntomas que luego describiré, se producen súbitamente; alcanzan su pico máximo a los 10 minutos pudiendo durar de 20 a 30 minutos; producen una urgente necesidad de escapar; pero sólo se dan en personas predispuestas. Las crisis de pánico suelen llevar a un deterioro laboral, que se reflejará en ausentismo, disminución de la productividad y consecuente desempleo.
Características de las crisis
Para que hablemos de “crisis de pánico” deben aparecer al menos 4 de los 13 síntomas siguientes, que agruparemos, siguiendo al Dr. A. Cía en:
A. Síntomas fisiológicos o somáticos
- Palpitaciones o taquicardia.
- Sudoración
- Temblores o sacudidas
- Sensación de ahogo o disnea o hiperventilación
- Sensación de atragantamiento
- Opresión o malestar torácico
- Náuseas o molestias abdominales
- Inestabilidad, mareo (aturdimiento) o sensación de desmayo
B. Síntomas cognoscitivos
- Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (sensación de estar separado de uno mismo)
- Miedo a volverse loco o a descontrolarse
- Miedo a morir
C. Síntomas fisiológicos o somáticos
- Parestesias (hormigueos o entumecimientos)
- Escalofríos o sofocaciones
Cuando las crisis presentan menos de 4 síntomas son crisis sintomáticas “limitadas.”
¿Cómo se clasifican las crisis de angustia?
Según el contexto en que aparecen se clasifican en:
- Inesperadas o espontáneas: son aquellas en las que el comienzo de la crisis no se relaciona con estímulos ambientales que pueden interpretarse como causales o desencadenantes. Suelen darse en el trastorno de angustia con o sin agorafobia.
- Situacionales: en ellas las crisis de angustia aparecen casi inmediatamente después de la exposición a un estímulo atemorizante o por su sola anticipación imaginaria. Suelen darse en la fobia social (durante una fiesta o antes de llegar) y en las fobias específicas (al ver una serpiente, una araña, etc.).
- Más o menos relacionadas a situaciones determinadas: se presentan algunas veces frente a la exposición a estímulos probablemente ansiógenos como por ejemplo viajar en un avión o en un tren. Suele darse en la agorafobia.
Cuando las crisis son un trastorno…
Para hablar de “trastorno de pánico” deben darse ataques de pánico inesperados recurrentes y además uno de ellos debe ser seguido de uno o más de los siguientes síntomas:
A. Inquietud persistente frente a la posibilidad de que aparezcan nuevas crisis.
B. Preocupación por las consecuencias de los ataques.
C. Cambio de la conducta relacionada con las crisis.
La mayoría de los trastornos de pánico conducen a una agorafobia, es decir al miedo más o menos o permanente a estar solo, desamparado o imposibilitado de recibir ayuda frente a un ataque de pánico y a no poder escapar de la situación. Los que padecen agorafobia tienen una serie de limitaciones como dejar de trabajar, de estudiar o de llevar una vida plena. Por eso de la agorafobia se suele pasar a la depresión y con ésta aumenta el riesgo de suicidio.
Edad, sexo, causas y evolución
El trastorno de pánico puede aparecer en cualquier clase social, cultura o raza, pero siempre será preponderante en las mujeres en una relación de 3 a 4.
Generalmente comienza entre los 25 y los 30 años, pero en algunos casos la edad de inicio es la adolescencia.
Su aparición depende (para el Dr. Julio Moizeszowicz) de:
- Factores neurobiológicos: traumas psíquicos por abuso físico o sexual antes de los cinco años, alterarían el patrón neurobiológico en individuos predispuestos genéticamente, dejando como secuela una «vulnerabilidad somática reactiva».
- Una historia de inhibición del comportamiento con dificultades en el juego.
- Tendencia al aislamiento social.
- Dificultad de separación en la niñez.
- Adolescencia con síntomas de fobia social.
- Adultez con síntomas o con el aura panicosos.
La crianza del panicoso estuvo marcada por padres que habrían tenido una actitud sobreprotectora pero con escaso cuidado en lo que se refiere a la expresión de las emociones y a un real acercamiento afectivo.
El porcentaje (prevalencia) de personas afectadas de este trastorno de por vida, oscila entre el 2 y el 5%. O sea, que en Argentina podrían padecerlo más de 1 millón de personas, teniendo en cuenta que la mayoría están subdiagnosticadas.
La evolución suele ser crónica, discapacitante y tender hacia la hipocondría y la depresión si no se trata adecuadamente.
¿Cómo se tratan los ataques de pánico?
Ante todo partiendo de un diagnóstico precoz; pero hay que tener en cuenta que por la variedad de los síntomas, la brusquedad con que se presentan y la predominancia del carácter somático de los mismos, puede tardarse alrededor de 7 años en llegar a un diagnóstico correcto. El tratamiento debe ser integral y se aconseja reunir al menos a un psiquiatra que indique la medicación más apropiada según el caso y a un psicólogo entrenado en trastornos de ansiedad que trabajen en equipo.
Además de esto es fundamental la información al paciente y a su grupo familiar sobre las características de la enfermedad para que sepan cómo controlar los ataques y colaborar con el tratamiento. Habrá que prevenir las crisis informando que las mismas se desencadenan por:
- Desencadenantes psicológicos: los conflictos intrapsíquicos, la sobreexigencia, el estrés.
- Desencadenantes físicos: el exceso de actividad física y el consumo exagerado de sustancias adictivas (como el café, el alcohol, las anfetaminas, el Cannabis, los barbitúricos y la cocaína, que por intoxicación o por deprivación generan el síndrome de abstinencia) o medicamentos que producen ansiedad.
No se descarta la posibilidad de que se indiquen terapias complementarias como los ejercicios de relajación o la meditación.
La remisión puede durar hasta un par de años aunque los resultados comienzan a notarse al cabo de unos meses.