Thomas Hobbes es uno de los grandes sabios de los siglos XVI y XVII. Este filósofo inglés no solo sentó las bases de la filosofía política moderna, sino que destacó en numerosas áreas del saber. Son conocidos sus profundos estudios sobre teología, historia ética, y ciencias exactas. Era deísta, creía que podía llegar a Dios a través de la razón y de la experiencia personal, en lugar de hacerlo a través de la religión.
Su obra más conocida es el Leviatán, que sentó las bases de la teoría contractualista (corriente filosófica que propugna que el origen de la sociedad y el Estado se debe a un contrato entre humanos, por el que se acepta una limitación de las libertades a cambio de leyes que garanticen paz, tranquilidad y ventajas sociales).
Frases célebres de Thomas Hobbes
El hombre es un lobo para el hombre
Cuando los hombres construyen sobre falsos cimientos, cuanto más construyan, mayor será la ruina.
La ley primera y fundamental de la naturaleza es buscar la paz.
La elocuencia es poder, porque tiene aspecto de prudencia.
Los favores obligan, y la obligación es una esclavitud
No buscamos la sociedad por amor a ella misma, sino por los honores o los beneficios que puede reportarnos.
La competencia por alcanzar riquezas, honores, mando o cualquier otro poder lleva al antagonismo, a la enemistad y a la guerra.
El miedo y yo nacimos gemelos.
Un hombre libre es aquel que, teniendo fuerza y talento para hacer una cosa, no encuentra trabas a su voluntad.
Una democracia no es en realidad más que una aristocracia de oradores, interrumpida a veces por la monarquía temporal de un orador.
La doctrina que está en contradicción con la paz, no puede ser verdadera, como la paz y la concordia no pueden ir contra la ley de naturaleza.
De la igualdad procede la desconfianza.
Son los hombres y las armas, no las palabras y las promesas, lo que constituye la fuerza y el poder de las leyes.
El temor de las cosas invisibles es la semilla natural de lo que cada uno llama para sí mismo religión.
Todo lo que imaginamos es finito. No hay, por tanto, ninguna idea o concepción de nada que podamos llamar infinito. Ningún hombre tiene en su mente una imagen de magnitud infinita, y no puede concebir una velocidad infinita, un tiempo infinito, una fuerza infinita o un poder infinito. Cuando decimos que algo es infinito, lo único que queremos decir es que no somos capaces de concebir la terminación y los límites de las cosas que nombramos. No tenemos concepción de esas cosas, sino de nuestra propia incapacidad.
Al miedo de un poder invisible, fingido por la mente o imaginado a partir de historias que han sido aceptadas por el público, lo llamamos religión; si no han sido aceptadas, superstición.
No hay hombre que pueda tener un pensamiento o representación de algo que no esté sujeto al orden de lo sensorial.
Cuando un hombre razona, no hace otra cosa que concebir una suma total, por adición de partes, o concebir un resto por sustracción.
Pues no hay ninguna concepción en la mente humana que en un principio no haya sido engendrada en los órganos del sentido, total o parcialmente.
El temor a la opresión dispone a prevenirla o a buscar ayuda en la sociedad; no hay, en efecto, otro camino por medio del cual un hombre pueda asegurar su libertad y su vida.
Dada esta situación de desconfianza mutua, ningún procedimiento tan razonable existe para que un hombre se proteja a sí mismo, como la anticipación, es decir, el dominar por medio de la fuerza o por la astucia a todos los hombres que pueda, durante el tiempo preciso, hasta que ningún otro poder sea capaz de amenazarle.
Deseo de saber por qué y cómo, curiosidad; Este sentimiento no se da en ninguna otra criatura viva sino en el hombre. El hombre se distingue singularmente no sólo por su razón, sino también por esa pasión, de otros animales.
La pusilanimidad dispone a los hombres a la irresolución y, como consecuencia, a perder las ocasiones y oportunidades más adecuadas para actuar.
Los pactos que no descansan en la espada no son más que palabras, sin fuerza para proteger al hombre, en modo alguno.
El lenguaje del deseo y de la aversión es imperativo, como: haz esto, no hagas aquello. Cuando el interesado se obliga a hacer u omitir, existe un mandato; en otro caso, una súplica; en algunos, un consejo.
- Schmitt, C. (2008). El Leviatán en la doctrina del Estado de Thomas Hobbes. Fontamara.
- Hobbes, T., & Pavón, D. N. (1979). Elementos de derecho natural y político. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales.
- Hernández, J. M. (2002). El retrato de un dios mortal: estudio sobre la filosofía política de Thomas Hobbes (Vol. 126). Anthropos Editorial.
- Hobbes, T. (1999). Tratado sobre el ciudadano. Trotta,.
- Hobbes, T. (1996). Leviathan (R. Tuck, Ed.). Cambridge, Reino Unido: Cambridge University.