Desde el punto de vista biológico, el sometimiento es una actitud en la que una persona obliga a otra a hacer cosas contra su voluntad. Asimismo, es impreciso creer que alguien que se comporte con sometimiento sea siempre la víctima, pues existen víctimas que son los dominadores, los que someten. Seguidamente ahondaremos en los tres conceptos.
Desde el contexto biológico cuando un animal se carea con otro, mide sus fuerzas de modo inconsciente, y si se percibe igual o superior, se enfrenta; esto equivale con una actitud de superioridad. Si se percibe inferior puede asumir dos conductas, huir o someterse. Es simplemente un mecanismo de supervivencia. En los seres humanos se presenta con carácter similar; el matiz, para decirlo así, se encuentra en sus creencias, herencia emocional e idiosincrasia. De cualquier forma, la primera respuesta humana es idéntica.
Sometido y sometedor
El peligro del sometimiento es que tiene contrapartida, en otras palabras, un individuo puede comportarse sometido con unas personas y “sometedor” con otras. Lo cual presenta la misma explicación biológica; cuando se siente inferior, agacha la cabeza, sin embargo, si en algún momento detecta debilidad en su dominador u oponente, le saltará a la yugular. También, someter a los que considera débiles para compensarse. Por ejemplo, un empleado que se percibe sometido en su trabajo es posible que subyugue a su familia. En conclusión: el sometimiento es un mecanismo de supervivencia y puede resultar un arma muy peligrosa para aquel que se considera privilegiado porque somete, subyuga, impone, oprime o domina.
Algunos casos de ejemplo
Me voy a permitir exponer algunos ejemplos de casos para una mayor comprensión:
En una oportunidad una persona me consultó acerca del conflicto reinante entre la relación de pareja de sus padres; mi consultante se sentía desbordada con el tema. El padre tenía unos setenta y cinco años y la madre diez menos. Resulta que, según la apreciación de la consultante, su madre lastimaba al padre con sus comportamientos; él estaba enfermo y ella no lo cuidaba. Salía con sus amigas, lo dejaba solo, no lo atendía, delegaba dicha responsabilidad a los hijos. Cuando el esposo o los vástagos la llamaban, la mujer les decía que estaba muy entretenida, que la dejaran en paz, llegaba tarde de la noche o al amanecer. Los hijos juzgaban a su progenitora como una desconsiderada e irresponsable. Sin embargo, como todas las historias de pareja; tiene dos lecturas. Entonces, decidí profundizar. Cuando le pregunté si siempre había sido así, mi consultante comentó que no, aunque tuvo bastante dificultad para recordar que, en su infancia, el padre era un alcohólico, mujeriego y maltratador. En suma, su madre había sido una sometida tremenda.
En este caso, la madre se sometió, debido a que, de algún modo se percibió inferior para enfrentar al marido o huir o abandonarlo, pero cuando se sintió más fuerte —su esposo se enfermó-, se transformó en su maltratadora y opresora. Ella gozaba de la vitalidad, la libertad y una vida económica resuelta. Se percibía dominante y superior a su pareja ¿quién era entonces la víctima y quién el victimario?
Otro ejemplo en un contexto laboral sea el caso de un hombre que trabajó durante veinte años para una compañía editorial, estuvo allí hasta cuando el mayor accionista y fundador de la empresa decidió nombrar a su hijo recién graduado como gerente general -un cargo al que él aspiraba-. El hombre renunció de inmediato, según aducía, no iba a permitir que un “mocoso” le diera órdenes. La explicación biológica es que se sentía inferior para competir por el puesto, pues el joven por su condición de hijo del dueño, le llevaba ventaja. El hombre no quería someterse a quien consideraba su oponente y por eso, prefirió huir.
La sumisión de los menores
También se puede observar el fenómeno en la crianza de nuestros hijos. Si cuando son pequeños los sometemos en lugar de educarlos en la comprensión y el cariño, de adultos, se irán lo más lejos que puedan, se revelarán o quizás, nos sometan, si se conciben superiores -una situación en crecimiento en la actualidad-. Asimismo, otra posibilidad es que se sometan hasta tal grado que se conviertan en unos inútiles. Tal es el caso de una consultante que convivía con un hijo que tenía 40 años y con un proceder de un nene de cinco, era un inútil. La madre odiaba a la gente perezosa y vaga; así que, inconscientemente aquel vástago se comportaba de la forma que causaba dolor a su progenitora (un modo de manipular y someter).
El machismo y la sumisión
Los hombres machistas sufren de manera semejante las consecuencias del sometimiento. Cuando este tipo de persona cree que ha sometido a su esposa ¡qué tan equivocado está! Pues la mujer se defenderá atacando sus puntos débiles, donde más duela a su marido; un típico mecanismo de protección biológica. Por ejemplo, si ella identifica que su cónyuge se afecta bastante con la pérdida de dinero, entonces lo despilfarrará. Se trata de aquella fémina que demanda gastos con constancia, lo cual puede suceder a través de los hijos, una enfermedad o quitándole el dinero (sin que él lo sepa, claro está). Otra mujer sometida que identifique que el punto débil de su marido machista es algún hijo, es decir, tiene un preferido, ella creará una rivalidad encubierta con el susodicho, por lo general suele ser una hija. Cuando el sometido es el hombre, la defensa se activa de modo similar, por ejemplo, si este sabe que su esposa es celosa, la provocará flirteando con otras mujeres o siendo de hecho infiel. Con una frase coloquial podemos esbozar la siguiente conclusión, es sencilla: “no hay enemigo pequeño”.
El sometimiento es de contrapartida, es una defensa inconsciente para sobrevivir. Una ley natural que nos aboga a reflexionar en que no existen víctimas ni victimarios, maltratadores y maltratados, dominantes y sometidos; solo existe inconsciencia.
Conclusiones
Estar en consciencia de que unas veces asumimos el papel de sometidos y otros de “sometedores” nos conduce a saber quiénes somos y a mantenernos atentos, comprendiendo que es nuestra naturaleza que se siente atacada y se defiende de esta manera. Lo cual no representa ni la verdad ni la realidad, más bien, es lo que sentimos con respecto a…, lo que nos lleva a reaccionar de una forma u otra. La mayoría de las veces el peligro no es real, nadie nos ataca, pero nuestro inconsciente lo percibe así; puesto que existe un impacto emocional que precede y activa los mecanismos de protección de inmediato. Por ejemplo, una persona se puede sentir agredida por su jefe, cuando este le corrige; en vista de que cuando era pequeño, lo corregían a correazos. En dicho supuesto, el individuo es posible que asuma cualquiera de las actitudes que hemos mencionado a lo largo del presente artículo.
Comprender nuestra biología es el primer paso hacia la consciencia y el auto-conocimiento, es la manera de trascender los miedos, las emociones y la información oculta que yace en nuestro inconsciente. Somos los hacedores del destino que acarreamos. Reconocernos sin reproche y con aceptación es la disposición para sanar nuestros conflictos y gozar de un mayor bienestar.