Muchos padres tienden a darle mucha importancia a la cantidad y calidad de alimento que sus hijos se llevan a la boca. Por lo general, tienen intenciones de mantener la buena salud de los pequeños y ayudarlos a desarrollar hábitos alimenticios adecuados. Sin embargo, una gran insistencia respecto a los alimentos puede llevar a la persona a comer sin hambre, sintiendo que debe acabarse todo lo que está en el plato. Esta necesidad de terminarse todo se conoce como el síndrome del plato vacío, lo cual responde a una alteración de las señales normales de apetito y saciedad.
El síndrome del plato vacío y sus orígenes en la infancia
El síndrome del plato vacío se refiere a la necesidad de comer hasta que ya no quede comida en el plato, a pesar de estar saciado mucho antes. La presencia de este síndrome, por lo general, proviene de los hábitos alimenticios del sujeto en su infancia. Específicamente, tiene que ver con la costumbre de ciertos cuidadores de obligar a los niños a terminarse la comida, aunque terminen repletos y sin poder más.
Para ciertas personas, este tipo de trato es muestra de disciplina y una buena crianza. Sin embargo, puede tener como resultado el sobrepeso o el desarrollo de un Trastorno de la Conducta Alimentaria en la adultez.
Respecto a la inapetencia en niños, existen periodos en el desarrollo infantil marcados por poca motivación hacia el alimento, por lo que en ciertas edades es normal que los niños queden saciados con menos comida de la que estaban acostumbrados. Por otra parte, ciertos cambios relevantes en la vida de los infantes pueden afectar los hábitos alimenticios ya establecidos. Por ejemplo, la llegada de un hermanito, el divorcio de los padres, la pérdida de un familiar o procesos como la entrada al colegio pueden llevar al rechazo a la comida. No obstante, muchos adultos desconocen esto y los lleva a sentir que los niños están actuando con rebeldía respecto al alimento; llevándolos a generar un clima tenso con relación a los hábitos alimenticios.
Las emociones y la alimentación
En los seres humanos, las preferencias, el rechazo y la cantidad de alimentos que se ingieren están íntimamente ligados a las emociones. Hasta cierto punto, el aprendizaje de hábitos alimenticios específicos es influyente, pero las emociones que se suscitan durante el momento de alimentación juega un rol relevante.
Se ha demostrado que muchas personas con sobrepeso tienen dificultades para identificar y diferenciar sus emociones de las sensaciones de apetito y saciedad. Lo que esto quiere decir, es que confunden la tristeza, la rabia o la soledad con el aumento de apetito, muchas veces llevando al síndrome del plato vacío. Por esta razón, algunas personas tienen la tendencia a enfrentar sus emociones mediante la ingesta de grandes cantidades de alimento.
Por otra parte, todos los seres humanos tenemos mecanismos de autorregulación a nivel biológico, existen hormonas que nos permiten saber cuándo estamos saciados y cuándo tenemos hambre. No obstante, en personas con el síndrome del plato vacío estas hormonas se ven alteradas, haciendo mucho más marcada la dificultad para distinguir las emociones del hambre.
¿Cómo evitar el síndrome del plato vacío?
Ya se han mencionado todos los aspectos negativos que puede traer el obligar a los pequeños a comer sin hambre. Sin embargo, muchas madres se preguntaran, ¿qué hacer si mi hijo se niega a comer? Para empezar, es necesario procurar siempre un ambiente agradable a la hora de las comidas, en el cual se evite hablar de temas incómodos. También, sería recomendable evitar distracciones como la televisión. Si el infante adopta una conducta inadecuada a la hora de comer, los adultos no deberán manifestar gritos o correcciones en la mesa. Sencillamente, se le retira el plato y se le vuelve a presentar en la siguiente comida.
Para el desarrollo de patrones alimentarios adecuados, es recomendable mantener horarios establecidos, haciendo lo posible por destinar suficiente tiempo a la ingestión de cada alimento. Muchas veces, tendemos a comer rápido para llegar temprano al trabajo o iniciar una nueva actividad. Pero, las presiones al momento de comer suelen llevar a las personas a asociar la alimentación con el caos y la desorganización; lo que termina siendo negativo.
Además, es importante velar porque el niño coma balanceadamente en cada comida para evitar picar entre comidas. En ciertas ocasiones, el problema deriva de un exceso de dulces, chucherías y golosinas; por lo que al llegar al momento de ingerir un platillo saludable en el almuerzo o la cena, el niño estará repleto y perderá totalmente las ganas de comer.
En el caso de que el pequeño rechace el alimento debido a cambios importantes en su historia de vida, es ampliamente recomendable que asista a consulta psicológica. De lo contrario, podría terminar aprendiendo a enfrentar sus emociones a través de la ingestión excesiva o el rechazo al alimento.
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