Encendemos la televisión y ponemos las noticias. Observamos las imágenes de glaciares derritiéndose debido al cambio climático. Acto seguido aparecen las imágenes de un mar de plástico, de animales muertos a causa de la contaminación humana, etc. En los periódicos on-line leemos sobre las sequías que asolan en diferentes partes del mundo, así como tormentas y desastres naturales. Mientras observamos todos estos hechos algo en nosotros se activa, comenzamos a sentir ansiedad. La ecoansiedad se apodera de nosotros.
¿Qué es la ecoansiedad?
La ecoansiedad consiste en la ansiedad generada al observar y vivir el deterioro del planeta a causa de la intervención humana. La gran cantidad de plásticos en mares y bosques, los altos niveles de contaminación, la destrucción de parajes naturales, son algunos de los acontecimientos que pueden desencadenar ecoansiedad. La Asociación Americana de Psicología (APA) define el concepto de ecoansiedad en un artículo titulado Salud mental y nuestro clima cambiante: impactos, implicaciones y orientación (2017).
La APA define este tipo de ansiedad como «el temor crónico de un cataclismo ambiental». Se trata de un estrés causado al «observar los impactos aparentemente irrevocables del cambio climático, y preocuparse por el futuro de uno mismo, de los niños y de las futuras generaciones». En el artículo afirman que «cuando las personas aprenden y experimentan el impacto del clima local, su comprensión aumenta». De esta forma, la ecoansiedad no solamente se produce al observar el cambio ambiental, sino que también puede aumentar al vivir en primera persona un desastre natural.
Ecoansiedad y la destrucción del planeta
Los eventos adversos que observamos a través de los medios y aquellos que podemos vivir de primera mano, parecen indicarnos que es el propio ser humano el que está acelerando la destrucción del planeta. De esta forma, no es difícil intuir que detrás de la ecoansiedad, a parte de la tristeza, se esconde el miedo. El miedo es una emoción básica que nos ayuda a huir de situaciones peligrosas y mantenernos a salvo, es decir, es una emoción adaptativa. Sin embargo, ahora entra en juego un nuevo miedo: el miedo al deterioro del planeta.
Si el planeta se deteriora, nosotros también.
Así pues, observar la destrucción del lugar en el que vivimos nosotros y vivirán nuestros descendientes puede provocarnos un miedo intenso. Un miedo acompañado de la impotencia al ver que nuestra acción es importante pero no podemos abarcar todo el radio de acción que nos gustaría. Esta impotencia puede acabar en frustración y la frustración en ira. Por lo que, en este tipo de ansiedad, la ira y el enfado pueden estar presentes.
Cómo hacerle frente a la ecoansiedad
La APA recomienda diferentes pautas para afrontar este tipo de ansiedad.
1. Capacidad de recuperación
Creer en la propia capacidad de resiliencia se ha relacionado con desarrollar menos síntomas de trastornos de estrés postraumático (TEPT) y depresión después de los desastres.
2. Fomentar el optimismo
Las personas que pueden encontrar algo positivo en las circunstancias que han de afrontar, tienden a sentirse mejor que aquellas que son menos capaces de regular sus pensamientos, emociones y acciones. Evaluar positivamente las circunstancias personales, ayuda a avanzar en lugar de quedar atrapado en un círculo de emociones negativas.
3. Cultivar el afrontamiento activo y la autorregulación
El afrontamiento activo implica dimensiones cognitivas como la búsqueda continua de ayuda y soluciones. Por otro lado, la autorregulación, o la capacidad de controlar los impulsos más inmediatos, está considerada una característica de las personas resilientes.
4. Encontrar una fuente de significado personal
Diversos estudios han demostrado que tener una práctica espiritual tiende a impulsar el bienestar del individuo. Esta práctica puede ayudar a las personas a gestionar y encontrar significado en el sufrimiento durante una adversidad significativa. El mindfulness, la meditación o el yoga son ejemplos de prácticas a través de las cuales la gente encuentra un mayor sentido y significado a sus vidas.
5. Impulsar la preparación personal
En este aspecto, la APA hace referencia a la preparación tanto psicológica como física ante posibles desastres. Afirman que la salud mental puede incluirse a los esfuerzos que se requieren en la preparación para desastres.
6. Apoyo en las redes sociales
Con redes sociales, en este caso, no se hace referencia a la red social on-line, sino el tejido social a nivel físico que establecemos con familia, amigos y conocidos. La capacidad de los individuos para soportar traumas se incrementa cuando están conectados a su red de apoyo tanto a nivel personal como en línea. La conexión con los demás es un núcleo de necesidad psicológica y esencial para el bienestar.
Durante los momentos difíciles, las personas recurren a aquellos que están más cerca, tanto en busca de ayuda emocional como material. Diferentes estudios sobre resiliencia, apuntan que el apoyo social es un recurso protector durante la adversidad. Se ha encontrado que los niveles más altos de apoyo social durante y después de un desastre, están asociados con tasas más bajas de angustia psicológica.
7. Fomentar la conexión con los padres, familia y otros modelos a seguir
El apoyo de la familia y las conexiones cercanas son especialmente importantes para los niños. Los padre son posiblemente la fuente más férrea y central de apoyo a los niños durante la adversidad. Los niños corren un riesgo mayor en cuanto a salud física y mental a largo plazo si los padres padecen altos niveles de angustia. Así pues, los padres pueden proporcionar un alivio a los hijos. En este punto entran en juego otros modelos a seguir, como profesores, entrenadores, o cualquier persona que sirva de ejemplo al niño para afrontar la adversidad.
8. Cuando sea posible, mantenga la conexión con el lugar
A medida que el cambio climático altera el paisaje, también fuerza el cambio sobre las diferentes culturas más atadas a la tierra. Por ejemplo, las comunidades indígenas están experimentando un rápido desarrollo cultural que cambia a medida que el planeta se calienta. Esto hace hace que muchas prácticas culturales tradicionales sean cada vez más difíciles de llevar a cabo.
Diferentes investigaciones en comunidades afectadas indican que las personas no desean irse de sus hogares a pesar de los cambios que puedan experimentar. Ante esto, recomiendan vivir en un lugar al que uno se sienta conectado. De esta forma, la capacidad de recuperación puede aumentar porque las personas son más propensas a tomar medidas adaptativas, como el hecho de prepararse para inundaciones.
9. Mantener relaciones con la propia cultura
Diferentes investigaciones señalan la cohesión familiar, la participación en tradiciones religiosas y la conexión cultural, como recursos que protegen la salud mental de las personas en tiempos de adversidad.
Bibliografía
- Clayton, S., Manning, C., Krysman, K. y Speiser, M. (2017). Mental Health and our changing climate: impacts, implitacions and guidance. American Psychological Association, Climate for Health y EcoAmerica, Building Climate Leadership.