Eduardo Germán María Hughes Galeano nació y vivió en Uruguay (3 de septiembre de 1940 – ib., 13 de abril de 2015). Trabajó como periodista y se le considera uno de los escritores más destacados de la literatura latinoamericana.
Entre sus libros más conocidos se encuentran: Las venas abiertas de América Latina (1971) y Memoria del fuego (1986), que han sido traducidos a veinte idiomas. Sus trabajos combinan la ficción, el periodismo, el análisis político y la historia.
Citas de Eduardo Galeano
Creo que hay que pelear contra el miedo, que se debe asumir que la vida es peligrosa y que eso es lo bueno que la vida tiene para que no se convierta en un mortal aburrimiento.
Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan. Ese lugar es mañana.
Y hoy, más que nunca, es preciso soñar. Soñar, juntos, sueños que se desensueñen y en materia mortal encarnen.
Ojalá podamos tener el coraje de estar solos, y la valentía de arriesgarnos a estar juntos.
Si me caí es porque estaba caminando. Y caminar vale la pena, aunque te caigas.
En un mundo de plástico y ruido, quiero ser de barro y de silencio.
El alimento de las minorías se convierte en el hambre de las mayorías.
Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.
Culto no es aquel que lee más libros. Culto es aquel que es capaz de escuchar al otro.
Para mí, las únicas certezas dignas de fe son las que desayunan dudas cada mañana.
El automóvil, el televisor, el vídeo, la computadora personal, el teléfono celular y demás contraseñas de la felicidad, máquinas nacidas para «ganar tiempo» o para «pasar el tiempo», se apoderan del tiempo.
Y nada tenía de malo, y nada tenía de raro que se me hubiera roto el corazón de tanto usarlo.
Cuando el Estado se hace dueño de la principal riqueza de un país, corresponde preguntarse quién es el dueño del Estado.
Para no ser mudos, hay que empezar por no ser sordos.
El mundo es una gran paradoja que gira en el universo. A este paso, de aquí a poco los propietarios del planeta prohibirán el hambre y la sed, para que no falten el pan ni el agua.
El mundo se divide, sobre todo, entre indignos e indignados, y ya sabrá cada quien de qué lado quiere o puede estar…
Sólo los tontos creen que el silencio es un vacío. No está vacío nunca.
Estamos en plena cultura del envase. El contrato de matrimonio importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo y la misa más que Dios.
Yo creo que fuimos nacidos hijos de los días, porque cada día tiene una historia y nosotros somos las historias que vivimos…
Mirá pibe. Si Beethoven hubiera nacido en Tacuarembó, hubiera llegado a ser director de la banda del pueblo.
El desarrollo desarrolla la desigualdad.
La cibercomunidad naciente encuentra refugio en la realidad virtual, mientras las ciudades tienden a convertirse en inmensos desiertos llenos de gente, donde cada cual vela por su santo y está cada cual metido en su propia burbuja.
Debo, luego soy.
Nunca hubo tanta concentración de recursos económicos y de conocimientos científicos y tecnológicos dedicados a la producción de muerte.
Arránqueme, Señora, las ropas y las dudas. Desnúdeme, desdúdeme.
Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo.
La civilización que confunde a los relojes con el tiempo, al crecimiento con el desarrollo y a lo grandote con la grandeza, también confunde a la naturaleza con el paisaje, mientras el mundo, laberinto sin centro, se dedica a romper su propio cielo.
La realidad imita a la tele.
Cuanto más codiciado por el mercado mundial, mayor es la desgracia que un producto trae consigo al pueblo latinoamericano que, con su sacrificio, lo crea.
Te digo que te quieras, que te cuides, que te protejas, que te mimes, que te sientas, que te ames, que te disfrutes. Te digo que te quiero, te cuido, te protejo, te mimo, te siento, te amo, te disfruto.
Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias.
La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que camine nunca la alcanzaré. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.
En verdad, en ningún lugar del mundo se termina la historia. El día que las personas dejen de hacer historia, se habrá jubilado el ser humano. Y, entonces, le convendría yacer honestamente bajo tierra…
Quien no tiene miedo al hambre tiene miedo a la comida. Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
En el proyecto de una sociedad de sonámbulos, cada ciudadano debe ser el policía de sí mismo y de los demás.
Mercado. Lugar donde se fija el precio de la gente y otras mercancías.
El código moral del fin del milenio no condena la injusticia, sino el fracaso.
La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será.
El hambre desayuna miedo. El miedo al silencio aturde las calles. El miedo amenaza: Si usted ama, tendrá sida. Si fuma, tendrá cáncer. Si respira, tendrá contaminación. Si bebe, tendrá accidentes. Si come, tendrá colesterol. Si habla, tendrá desempleo. Si camina, tendrá violencia. Si piensa, tendrá angustia. Si duda, tendrá locura. Si siente, tendrá soledad.
Al Norte y al Sur, al Este y al Oeste, el hombre serrucha, con delirante entusiasmo, la rama donde está sentado.
Los delincuentes pobres son los villanos de la película; los delincuentes ricos escriben el guión y dirigen a los actores.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores.
Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen…
El futuro es posible imaginarlo y no sólo aceptarlo.
Triste signo de los tiempos, el siglo XXI sacraliza la mediocridad en nombre de la eficiencia y sacrifica la libertad en los altares del éxito.
La publicidad manda consumir y la economía lo prohíbe.
Como Dios, el capitalismo tiene la mejor opinión sobre sí mismo, y no duda de su propia eternidad.
Pobres contra pobres, como de costumbre: la pobreza es una manta demasiado corta, y cada cual tira para su lado.
Si habla, tendrá desempleo. Si camina, tendrá violencia. Si piensa, tendrá angustia. Si duda, tendrá locura. Si siente, tendrá soledad.
El poder es como un violín. Se toma con la izquierda y se toca con la derecha.
El demonio dispone de un amplio guardarropa y no solo viste de rojo.
La violencia engendra violencia, como se sabe; pero también engendra ganancias para la industria de la violencia, que la vende como espectáculo y la convierte en objeto de consumo.
La historia de América Latina es la historia del despojo de los recursos naturales.